diciembre 28, 2012

Carta a Genoveva

Queridísima Genoveva:

Tu última carta me confirma algo que siempre había sospechado: que eres irremediablemente mema. Pese a ello, se te quiere igual, más que nada por la cuenta que nos trae. A Adelina, que tampoco es una mujer muy lúcida, le pasó una vez algo exactamente igual, salvo que en vez de ser invadida por un anciano mequetrefe y cascarrabias lo fue por una legión de parásitos intestinales. El resultado, sin embargo, fue más o menos el mismo.

Pero no te escribo para recordarte una vez más tus innumerables defectos, sino para felicitarte estas entrañables Fiestas Navideñas, tan llenas de armonía, felicidad y grasas monoinsaturadas. Espero que estés pasando estas fechas tan señaladas rodeada de tus seres queridos o, si no hay otro remedio, de tu familia. No te pregunto por los regalos que te ha traído Santa Claus porque ya sé que este año has sido egoísta, mezquina y despreciable, es decir: has seguido en tu línea habitual. A mí el gordo seboso me ha dejado bajo la chimenea un kit para lavativas y a Adelina, una orden judicial de alejamiento. ¡Qué hermosa es la Navidad!


Este año por fin tenemos una Navidad como es debido, con un tiempo acorde a estas fechas, que tanto me recuerda a nuestra feliz niñez. La nieve cae plácidamente sobre la campiña, salvo cuando caen granizos del tamaño de pomelos, y en los bosquecillos cubiertos de blancor se escucha únicamente el ulular de las lechuzas, la ventisca y los aullidos de las manadas de lobos hambrientos que recorren la comarca devorando todo cuanto encuentran, excepto a los osos asesinos; las familias se reúnen en sus búnkers, fraternalmente unidos por el terror, y se abrazan en oración rogando por sobrevivir un invierno más. Yo siempre lo he dicho: no hay nada como el miedo para reforzar las tradiciones de nuestros mayores.


Adelina y yo hemos hecho acopio de lo estrictamente necesario para pasar estos días: seis o siete barricas de brandy, algunas salazones, unos pocos langostinos, peladillas y tres toneladas de comida para perros, que es lo único que come Adelina últimamente. La pobre se empezó a obsesionar por su figura al constatar que la cubertería se le quedaba pegada a la ropa debido a su campo gravitatorio personal, y ha decidido ponerse a régimen. El Dog Chow, según la publicidad que figura en sus envases, "ayuda a evitar los problemas de obesidad de los animales domésticos, favoreciendo un tránsito intestinal saludable, promoviendo la salud dental y proporcionando un pelaje más lustroso y brillante", por lo que Adelina se ha entregado a la causa con fervor. Y hay que reconocerlo: desde que se alimenta de pienso, es cierto que tiene el bigote más suave y sedoso.

Como no hay mucho que hacer aquí enterradas bajo diez metros de nieve, hielo y osamentas roídas, Adelina y yo nos dedicamos a pasatiempos tradicionales: escribir cartas como esta, jugar al scrabble, hacer ganchillo y masturbarnos como macacas. En ocasiones encendemos la radio y escuchamos con interés el parte necrológico. Estos sencillos quehaceres hacen que esta sea, con mucho, mi época favorita del año. Te adjunto una foto del modelito que pienso lucir este Fin de Año:


Espero que vosotros estéis disfrutando tanto como nosotras, y que no os atragantéis con el cerdo agridulce que preparas todas las Nocheviejas. Da recuerdos a esos queridos protozoos a los que llamas familia, y no te olvides de escribirme de cuando en cuando.

Tuya, afectísima,

Margaret

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